Durante las pasadas semanas he terminado de leer los libros China S.A. y China. Mil millones de consumidores, sus títulos originales en inglés son China. Inc y China.One Billion Cutomers . Los dos libros fueron durante años referencias destacadas entre las obras sobre el gigante asiático. Aunque fueron escritos hace poco más de una década, como ocurre con tantas otras cosas de China, la rapidez de la transformación del país hace que parezca que se queden desfasados rápidamente.
Recomiendo encarecidamente la lectura de ambos, nos ayudan a entender los cambios que ha experimentado China durante las pasadas décadas, con el impacto sobre la propia China, pero también en las repercusiones a escala global.
La capacidad industrial de China ha afectado de forma directa en Occidente, por un lado ha llevado al cierre de fábricas debido a la imposibilidad de competir en costes. Para otras empresas en cambio, China ha creado una serie de oportunidades y ha ayudado al crecimiento de las mismas debido al potencial de venta sobre decenas de millones de consumidores que conforman la tan codiciada clase media.
El dirigente chino Deng Xiaoping dijo aquello de que «Da igual si el gato es negro o blanco, lo importante es que cace ratones». Napoleón en cambio nos dejó aquella frase imperecedera de«Cuando China despierte,el mundo temblará».
Yo nací en el año 1978 y por aquellos tiempos China trataba de dar un golpe de timón para salir de la pobreza y la pesadillas de la Revolución Cultural y del Gran Salto Adelante. La forma de volver a resurgir como país era regresar poco a poco a la economía de mercado, y durante años se fueron dando los pasos que nos han llevado hasta la actualidad. Ya ha llovido desde el inicio de aquellas reformas aperturistas, y hoy, 38 años después, la transformación de China y el impacto global que ello trajo consigo, es algo que se ve prácticamente en cualquier sector de actividad y en cualquier país.
China ha conseguido en tres décadas sacar de la pobreza a cientos de millones de personas, volviendo a colocarse como potencia económica, pero con un impacto demasiado grande. El desarrollo del país va parejo a unas diferencias sociales cada vez más acusadas entre el campo y la ciudad, provocando también que su medio ambiente se vea afectado de una forma catastrófica.
Un país que ha conseguido que las cuotas de ahorro de sus ciudadanos sean del 40% y que cuenta con unas reservas que ayudan a comprar deuda de países y a que muchas de sus empresas (no pocas estatales) empiecen a comprar empresas occidentales.
¿Qué nos deparará el futuro? ¿Cómo serán las relaciones entre China y Occidente? ¿Seguirá China gobernada por el Partido? ¿Qué ocurrirá con los problemas internos de China en lo social, económico y ambiental?
No son pocas las preguntas que uno puede hacerse, y a menudo las respuestas van a generarnos nuevas preguntas. Yo viajo a menudo a China y no dejo de dudar y sorprenderme, aunque siento fascinación por el país y su civilización milenaria, no son pocas las veces que pienso que el crecimiento del país es demasiado rápido e insostenible. Muchas veces evito ejercer juicios de valor, y solamente me siento a mirar como observador delante de la enorme complejidad de uno de los países más fascinantes del mundo.
China puede dejar de ser la fábrica del mundo, no son ya pocas las fabricaciones que se han ido a países límitrofes. El país quizá quiere tratar de olvidarse de la etiqueta del bajo coste, la baja calidad y las copias baratas, su apuesta por el consumo interno quiere tirar del carro cuando las exportaciones cada vez van a tender más a la baja.
Leer sobre China siempre depara un rato agradable y enriquecedor que nos ayuda en la imposible tarea de entender al país más poblado de nuestro planeta.
Lo dicho, dos interesantes libros que nos explican situaciones y hechos sobre la mayor transformación social y económica que el mundo ha vivido, solamente por ello merecen una pausada lectura.