Hoy leí una noticia que hablaba acerca del proyecto del MIT para crear un laboratorio donde se analizará lo que afecta al crecimiento demográfico, la alimentación y los recursos hídricos. Parece evidente que no se trata solamente de un proyecto de investigación generado por el famoso centro educativo de Massachusetts. El tema se las trae y nos lleva a pensar sobre el futuro que nos aguarda como sociedad y como planeta.
Como bien se cita en la noticia, el crecimiento de la población es brutal, de los escasos 3000 millones que habitaban la tierra el 1950 se va a pasar dentro de no mucho a unos 9000 millones. Esos datos marcan en menos de un siglo como la población mundial se va a triplicar, con todo lo que ello supone a nivel ambiental, en agua y en la generación de alimentos.
Si uno se detiene a pensar es probable que nos demos cuenta del insostenible ritmo de crecimiento dentro de unos recursos finitos. El futuro al que nos enfrentamos es bastante pesimista y empieza a verse como la producción de alimentos y el acceso al agua van a volverse cada vez más estratégicos y vitales.
Los nuevos países emergentes y su pujante nueva clase media demanda cada vez más una rica dieta, de tal manera que va aumentando notablemente el consumo de carne, frutas y verduras o productos lácteos.
La gente suele ser más consciente al ver como la energía afecta a la geopolítica y a los conflictos, aunque poco se sabe de la producción de alimentos, la especulación de los cereales o los subsidios que regulan el comercio mundial de una gran parte de lo que comemos.
Parece evidente señalar que la energía y los alimentos es algo básico en nuestras vidas, necesitamos las dos cosas para vivir, tanto a nivel individual como de sociedad. En boca de todos están las guerras en busca de petróleo, gas o metales preciosos, aunque no demasiada gente está al tanto de situaciones alrededor de la especulación por la compra masiva de tierras para producir alimentos.
Me permito enlazar a unas reflexiones del citado enlace de Grain que es del año 2008 cuando empezaba la crisis financiera global:
Juntas, las crisis alimentaria y financiera actuales dispararon un nuevo ciclo mundial de apropiación de tierras. Los gobiernos con “inseguridad alimentaria”, que dependen de importaciones para alimentar a su población, están arrebatando tierras agrícolas fuera de su país en las que pretenden producir alimentos propios. Las corporaciones alimentarias y los inversionistas privados, ávidos de ganancias en medio de la crisis financiera, ven la inversión en tierras agrícolas extranjeras como una importante y nueva fuente de lucro. Las tierras agrícolas fértiles se privatizan y se concentran más y más. De no poner coto a este proceso, el acaparamiento mundial de tierras puede significar en muchos sitios el fin de la agricultura en pequeña escala como medio de vida y sustento.
Pero ahora crece una nueva y preocupante tendencia a comprar y acaparar tierras para desplazar su producción de alimentos a otros países, del mismo modo en que muchas empresas desplazan a otros países variados procesos industriales, productivos o incluso financieros, algo que hoy se conoce como “dislocación”: que un proceso (en este caso el cultivo de alimentos) se saque fuera del “contexto social, económico y político-jurídico original” (el país que busca comprar tierras), “con tal de extraer ventajas de las condiciones económicas, sociales y político-jurídicas de los países a donde se lleva la producción”. Esto lo engendró la crisis alimentaria mundial (y la crisis financiera más vasta de la que es parte) —al estallar casi juntas en los últimos 15 meses.
La seguridad alimentaria es una razón de peso. Depender de la importación de alimentos hace que muchos países prefieran dislocar su producción de alimentos que competir duramente en los mercados. Ésta es una innovadora estrategia de largo plazo para alimentar a sus pueblos a buen precio y mucha mayor seguridad. Significa comprar, rentar o apoderarse de tierras agrícolas en otros países mediante tratos desiguales y cultivar en ellas los alimentos que necesitan. Arabia Saudita, Japón, China, India, Corea, Libia y Egipto van en ese camino. Desde marzo de 2008, funcionarios de alto rango de muchos de esos países han movido activamente sus hilos diplomáticos en busca de tierras fértiles en Uganda, Brasil, Camboya, Sudán y Pakistán. Los gobiernos “cortejados” generalmente reciben bien los ofrecimientos extranjeros de inversión.
Alrededor de esos temas empiezan a conjugarse grupos especulativos que buscan poder y ganancias a corto, medio y largo plazo, pero también numerosos países que demandan una ingente cantidad de materias primas para alimentar a su población. El caso de China o los países del Golfo es evidente, y todo ello viene a perpetuar desde otra perspectiva aquello del llamado colonialismo e imperialismo. Y es que desgraciadamente, queramos o no, parece evidente que muchos conflictos del futuro van a estar relacionados con el acceso a los alimentos y al agua.