El verano pasado leí un libro de Moisés Naím que llevaba por título «El fin del poder: Cómo el poder ya no es lo que era». Ya solamente con el nombre, hay lugar para generar debate y para pensar o dudar de que realmente sea cierto. Precisamente leí reseñas del libro en el que se recomendaba su lectura, curiosamente por personas con poder, para el fundador de Facebook Mark Zuckerberg era un libro de cabecera para recomendar a sus trabajadores y el ex presidente norteamericano Bill Clinton nos decía que «El fin del poder cambiará tu manera de leer las noticias, tu manera de pensar en política y tu manera de mirar al mundo.» También destaca la breve reseña que hace la revista Foreign Affairs: «Este libro fascinante debe provocar un debate sobre cómo gobernar un mundo en el que cada vez participan más personas.»
Aristóteles consideraba que el poder, la riqueza y las amistades eran los tres elementos que constituían la felicidad de una persona. Y es que el poder siempre ha estado ahí, algo que vemos, apreciamos y sentimos a lo largo de nuestras vidas, ya sea para bien o para mal.
Creo sinceramente que tanto la globalización como la crisis financiera han servido precisamente para aumentar la concentración de poder económico en las grandes corporaciones y para que tanto el poder como la riqueza se concentren en las manos de unos pocos, de tal manera que los ricos tienen más riqueza (y poder) mientras que una buena parte de la clase media o pobre es cada vez más explotada.
La lectura es muy interesante y nos viene a mostrar como hay signos de que el poder de los estados o las empresas es menos estable que el que tenían en anteriores décadas y generaciones. El libro también refleja algunos de los cambios que el mundo está viviendo y que han sido claves para el supuesto decrecimiento de poder: el fin de la Guerra Fría, la globalización e Internet han sido tres hechos claves de nuestro mundo.
Parece evidente que internet ha provocado un cambio brusco en nuestras vidas, con la transformación de infinidad de modelos de negocio, con la digitalización y con la aparición nuevas herramientas que ponen la información (a veces dudo si el conocimiento) en manos de cualquiera que pueda hacer un click. También aparece con mucha fuerza el auge de muchos países emergentes y un cierto retroceso de la clase media en Occidente. Alrededor de estos hechos se citan algunos ejemplos interesantes que me han llamado la atención: 1) el caso del ajedrez y como hoy en día la revolución digital ha democratizado un juego que antiguamente era dominado por los soviéticos, 2) el constante auge de empresas de países emergentes que en muchos casos han adquirido empresas occidentales.
También hay espacio para hablar de temas religiosos, con el auge de sectas y de posturas radicales extremistas que llevan a integrismo religioso con grupos terroristas, situaciones que en algunos casos llevan a un choque de civilizaciones.
Quizá el presente ya nos está mostrando cambios que quizá vayan a ser muy evidentes en un futuro no demasiado lejano. Es bastante probable que no dentro de mucho se produzca un tremendo vuelco en las relaciones entre gobernante y ciudadano, entre profesor y alumno, o entre jefe y empleado.
A modo de ejemplo dejaré algunos de los subrayados que he hecho en el mismo:
- El poder, la capacidad de lograr que otros hagan o dejen de hacer algo, está experimentando una transformación histórica y trascendental.
- El poder se está dispersando cada vez más y los grandes actores tradicionales (gobiernos, ejércitos, empresas, sindicatos, etc) se ven enfrentados a nuevos y sorprendentes rivales, algunos mucho más pequeños en tamaño y recursos. Además, quienes controlan el poder ven más restringido lo que pueden hacer con él.
- El poder se está degradando.El poder ya no es lo que era. En el siglo XXI, el poder es más fácil de adquirir, más difícil de utilizar y más fácil de perder.
- Durante las tres últimas décadas las barreras que protegen el poder se han debilitado a gran velocidad.
- Pequeñas e incipientes organizaciones logran operar rápidamente en el ámbito internacional y tener repercusiones globales. Representan el ascenso de un nuevo tipo de poder (micropoder) que antes tenía escasas posibilidades de éxito.
- El poder se está volviendo más fácil de perturbar y más difícil de consolidar.
- Desde los años sesenta, el 80% de todos los conflictos armados civiles y étnicos, se han producido en estados con poblaciones jóvenes.