A menudo la gente que habla o teoriza sobre innovación me aburre bastante, pues la mayoría comentan siempre de las grandes empresas que se gastan un pastizal en I+D o de emprendedores que son geniales. Algunas veces siento que solamente se comentan los grandes casos de éxito que todo el mundo conoce y que son referencia empresarial mundial. Pero claro, tras eso hay muchos millones de mortadelos bajo la mesa, genialidad de muchos emprendedores creadores y sobre todo creo que hay una gran lejanía para la mayor parte de los mortales pues lo ven inalcanzable.
Y por otro lado no todos los negocios del mundo mundial son de Internet ni las startups deben ser por narices del mundo tecnológico. Vamos, creo que las innovaciones muchas veces pueden ser sencillas y estar disponibles para cualquiera que tenga la creatividad y el arrojo de convertir sus ideas o sueños en realidad.
Por todo ello y por algunas razones más, siempre me he sentido mucho más cercano a las innovaciones populares o que cada uno puede intuir como posibles o alcanzables.
El viajar me ha permitido ver muchas veces ejemplos sencillos que me llevan a pensar cada vez más aquello de que lo simple es inteligente. Sin duda que el ver mundo ayuda a ensanchar las miras viendo ideas, productos, servicios y negocios que complementan enormemente a uno.
El otro día leí un post de Paco Nadal al respecto del precio de los zumos de naranja en España. Inevitablemente tuve que acordarme de uno de esos negocios que he encontrado durante mi viaje por Rumania y Bulgaria. Estando en Bulgaria, concretamente en la ciudad de Plovdiv puede ver uno de esos negocios que ayudan a uno a pensar y a crecer a partir de cosas realmente sencillas.
Se trataba de una pequeña tienda frutería que tenía cajas de frutas y verduras para quien quisiera comprar productos como en cualquier otra frutería, pero casualmente la venta de frescos no era su mayor negocio. Concretamente la tienda tenía un negocio que aparentemente parece sencillo y que cae de cajón: vendían zumos. Y mucha gente los bebía en su terraza exterior con unas cinco meses, los otros clientes como era mi caso preferíamos llevarnos el zumo con nosotros.
Así de simple y quizás de lógico , una frutería había transformado su negocio principal utilizando los productos que tenía a tiro de piedra, sus frutas y hortalizas. La variedad de mezclas y de combinaciones de zumos era inmensa, con dos tamaños de vasos para elegir : el mediano y el grande. Unas simples licuadoras y exprimidores hacían de I+D para ese negocio que supo transformar su producto en algo sencillo: Zumos frescos y naturales hechos al instante. Algo que parece al alcance de cualquiera y que demuestra que no todo depende de Internet, de Business Angels o de Redes Sociales, muchas veces los ejemplos de este estilo son los que nos refuerzan nuestra creatividad e imaginación.
Son innovaciones así de simples y populares las que me ayudan a mantener viva esa llama por la creatividad sencilla y seguir pensando en que muchas veces lo simple es lo verdaderamente inteligente.
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