He podido leer mucho durante mi pasado viaje, uno de los libros fue «La globalización. Consecuencias humanas» del eminente pensador Zygmunt Bauman. El libro da obviamente para mucho, ayuda a pensar, y eso es algo que siempre se agradece. Fue una gran satisfacción y aprendizaje el poder leer las reflexiones de una mente tan brillante como la del filósofo y sociólogo polaco.
Debo decir que es el primer libro que leo de Bauman, e imagino que durante los próximos meses le van a seguir muchos otros, la verdad es que tengo curiosidad por entender más sobre sus teorías acerca de la modernidad líquida.
Algunas partes del libro son brillantes e incitan a la reflexión, otras son demasiado técnicas, pero en general debo decir que es un libro que me ha gustado. A grandes rasgos veo un toque demasiado pesimista y creo que a veces se echan en falta algunos datos oficiales que muestren que el mundo no va tan mal como lo pintan. No obstante, y como el propio autor dice, el libro debe incitar a hacernos preguntas.
No pretendo ser yo quien critique el trabajo de una persona tan lúcida como Bauman, pero a mi juicio faltan reflexiones (y datos) acerca del mundo de hoy. La globalización tiene muchas caras, creo que todo el mundo lo ve, pero por ejemplo, también hay muchas realidades positivas. No podemos olvidar a la emergente clase media global, sobre todo asiática, ya que cientos de millones de personas han salido de la pobreza durante las pasadas tres décadas, y una buena parte de ello se debe al comercio y a la globalización.
También creo que hubiera sido un buen indicador afirmar que estamos en la época con mayor clase media, menos conflictos y con menor número de población en extrema pobreza.
Pero volviendo al libro, merece una lectura y muchos de los textos subrayados nos llevan a una profunda reflexión. A continuación dejo algunas notas que he subrayado y que me han ayudado a entender un libro de una de las mentes más importantes de nuestro tiempo:
- La globalización está en boca de todos; la palabra de moda se transforma rápidamente en un fetiche, un conjuro
mágico, una llave destinada a abrir las puertas a todos los misterios presentes y futuros. - Todos entienden que es el destino ineluctable del mundo, un proceso irreversible que afecta de la misma manera
y en idéntica medida a la totalidad de las personas. Nos están “globalizando” a todos; y ser “globalizado”
significa más o menos lo mismo para todos los que están sometidos a ese proceso. - La movilidad asciende al primer lugar entre los valores codiciados; la libertad de movimientos, una mercancía
siempre escasa y distribuida de manera desigual, se convierte rápidamente en el factor de estratificación en
nuestra época moderna tardía o posmoderna. - Nos guste o no, por acción u omisión, todos estamos en movimiento. Lo estamos aunque físicamente
permanezcamos en reposo: la inmovilidad no es una opción realista en un mundo de cambio permanente. Sin
embargo, los efectos de la nueva condición son drásticamente desiguales. Algunos nos volvemos plena y
verdaderamente globales; otros quedan detenidos en su “localidad”, un trance que no resulta agradable ni
soportable en un mundo en el que los “globales” dan el tono e imponen las reglas del juego de la vida. - No formular ciertas preguntas conlleva más peligros que dejar de responder a las que ya figuran en la agenda
oficial; formular las preguntas equivocadas suele contribuir a desviar la mirada de los problemas que realmente
importan. - Formular las preguntas correctas constituye la diferencia entre someterse al destino y construirlo, entre andar a la
deriva y viajar. - Este libro busca, ante todo, preguntar e incitar a preguntar; aunque no pretende formular las preguntas correctas,
formular todas las preguntas correctas y —lo más importante— todas las preguntas que ya han sido formuladas. - La movilidad se ha convertido en el elemento estratificador más poderoso y codiciado de todos; aquel a partir del
cual se construyen y reconstruyen diariamente las nuevas jerarquías sociales, políticas, económicas y culturales
de alcance mundial. - Los empleados, proveedores y voceros de la comunidad no tienen voz en las decisiones que puedan tomar las
“personas que invierten”; que los inversores, los verdaderos tomadores de decisiones, tienen el derecho de
descartar sin más, de declarar inoportunos y viciados de nulidad los postulados que puedan formular esas
personas con respecto a su forma de dirigir la empresa.