Durante los últimos veinte años he leído muchos libros de Robert D. Kaplan. Algunas de sus obras forman parte inseparable de mi biblioteca, de mis viajes y de muchos recuerdos.
Las primeras lecturas que hice de la obra de Kaplan fueron «Fantasmas Balcánicos» y «Rumbo A Tartaria», dos libros que impulsaron mi interés por los Balcanes. Otros como «Monzón». «La venganza de la geografía» o «Viaje a los confines de la tierra» me ayudaron a entender algo más del complejo mundo en que vivimos.
Durante mi último viaje por Estonia, Bielorrusia y China pude leer su nuevo libro, el fantástico «A la sobra de Europa. Rumania y el futuro del continente» . En el mismo, Kaplan hace una sincera y emotiva reflexión sobre la lectura y sobre la pasión por los libros.
Me ha sentido conectado con el libro desde el inicio, hay una parte del mismo en el que nos recuerda como algunos libros tienen la capacidad para fomentar vocaciones, impulsar proyectos, decidir viajes e incluso cambiar vidas.
En primera persona, Kaplan nos habla de Historia, de sus viajes y de algunos de sus libros favoritos, entre ellos cita The governments of Communist East Europe de H. Gordon Skilling. Dicho libro fue clave para él cuando era un veinteañero y le hizo decirse hace décadas para viajar a Rumania y a los Balcanes, fomentando así su interés por el Este de Europa. Aquel libro y viaje le hicieron interesarse por la zona, definiendo sus primeros pasos como viajero y de forma directa le convirtieron en un corresponsal.
Me gustaría dejar algunas de las notas que he subrayado del libro de Kaplan, son un canto en defensa de la lectura y de los libros:
- Mi biblioteca es una carga. En ella se acumulan las notas que temo perder hasta el momento en que las uso. Por ello, necesito poner todo esto por escrito. De ese modo puedo librarme de papeles y continuar deshaciéndome de posesiones: la principal humillación de la vejez.
- Un libro implica libertad; demasiados libros, sin embargo, actúan como un freno para seguir descubriendo el mundo.
- Las cubiertas de tapa dura son propias de una vida sedentaria. Yo poseo relativamente pocos libros así y aún menos primeras ediciones. Ningún bibliófilo quedaría impresionado. En mis librerías guardo, fundamentalmente, ediciones de bolsillo desgastadas y plagadas de las anotaciones que he ido añadiendo con el paso de los años.
- Todos y cada uno de mis libros me parecen valiosísimos. Tener poco dinero ayuda a paladear cada lectura y a escoger con detenimiento qué ejemplares comprar.
- Bien entrada la madurez, empecé a reunir muchos más libros que, sin embargo, cada vez tenían menos significado para mí. Los que me interesan verdaderamente son los que compré hace décadas. Como ocurre con esos viejos amigos que, pese a mantener poco contacto, son imposibles de olvidar.
- Un libro valioso en la mesilla de noche civiliza incluso la más desangelada de las habitaciones de hotel.
- El objeto inanimado más sensual es un libro.
- Desde hace décadas, inauguro cada nuevo proyecto con la compra de un libro bonito sobre la materia que pretendo tratar.
- Los libros que alguien me ha prestado durante años para un propósito concreto no solo atesoran recuerdos (eso es obvio) sino que también dejan traslucir los verdaderos valores de su dueño.
- Porque los libros que poseemos pueden decir de nosotros cosas muy distintas a las que imaginamos.
- Un libro puede evocar el lugar en el que fue leído mejor que una vieja fotografía
- Tampoco podemos pasar por alto el valor de los recuerdos que se pueden conservar en una lectura
- Los libros constituyen un acto de resistencia, no solo a las distracciones de esta era electrónica, sino también a nuestros propios problemas y a nuestras expectativas.
- Como los discos antiguos, los libros viejos son interesantes y deliciosos en un primer momento, pero con el paso de los años amenazan con parecer trastos de un desván. Las páginas amarillentas y el olor a humedad no encajaban bien en una época de cristal líquido. Deshazte de los libros, me dije a mí mismo. Quédate solo con los que más te importen. Aligerar mi biblioteca. Reducirla a los esenciales.
- El libro de Skilling me había dado una vocación, una dirección: un destino. Leer es aprender sobre el contexto histórico en el que hemos crecido. Al descubrirme la Europa de la Guerra Fría, Skilling más que ninguna otra persona hizo posible que yo, durante los nueve años que siguieron, tomase plena conciencia de la era en la que había nacido. Aunque nadie me hubiera contratado, aquel libro hizo de mí un corresponsal en el extranjero.