La semana pasada terminé el libro Discurso:Sobre la codicia de las grandes empresas y el declive de la clase media del senador norteamericano Bernie Sanders. A pesar de que tengo ciertas simpatías por el senador de Vermont, debo decir que esperaba mucho más del libro, aunque hay partes notables,me ha decepcionado tanto el formato en que se presenta como en la estructura del mismo.
Hay partes del libro destacables, tanto en datos como en realidades sociales, económicas y políticas de Estados Unidos, pero se vuelve una obra extremadamente repetitiva y que a mi juicio debería haberse estructurado de otra manera, creo que con la mitad de páginas se hubiera dicho lo mismo.
A continuación comparto algunas de las notas que he subrayado y que me parecen interesantes:
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La gente sufre a diario los efectos de una economía corrupta. Sufre sus efectos cuando se sientan en la mesa de la cocina a revisar las facturas que les acaban de llegar, cuando se ven obligados a sacar algún producto del carrito de la compra porque no les llega el dinero.
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En la América actual (no se habla demasiado de esto, pero es hora de hacerlo) tenemos la distribución de riqueza y de ingresos más desigual del mundo industrializado.
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Los americanos no aguantan más esta situación. Están hartos de que se practiquen recortes en las ayudas sociales y se pongan en peligro servicios esenciales como la Seguridad Social mientras se esquilma a los contribuyentes el dinero que tanto esfuerzo les ha costado ganar y se despilfarra en el rescate de empresas y en costear guerras innecesarias.
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La codicia de las grandes empresas, que invierten ilimitadas sumas de dinero para asegurarse de que salgan elegidos sus candidatos predilectos, esté acabando con nuestro sistema político.
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Ningún presidente puede enfrentarse a Wall Street, a la América de las grandes corporaciones, a los medios de comunicación, a los hermanos Koch y a los intereses de los poderes fácticos a menos que consiga movilizar a millones y millones de ciudadanos que unan sus fuerzas para exigir al gobierno que trabaje para todos los americanos, no sólo para las personas más ricas de este país
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Cuando decenas de millones de americanos tienen que esforzarse para poder sobrevivir y otros tantos sienten que se tambalean los pilares de la clase media, la concentración de dinero y poder en manos de unas cuantas familias está convirtiendo este país en una plutocracia
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Nuestra tasa de pobreza infantil (la más elevada, con diferencia, del mundo desarrollado) y la superpoblación de nuestras cárceles.
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Cuando el presidente Clinton abandonó el gobierno, este país gozaba, en realidad, de un superávit bastante considerable y, según las previsiones, la situación se iba a mantener. En los ocho años de la administración Bush, por una serie de razones (sobre todo por las guerras de Afganistán e Irak, las enormes exenciones fiscales que se les concedieron a las personas más ricas de este país, el plan de cobertura para medicamentos en Medicare, el rescate de Wall Street y algunas otras cosas que no se llegaron a pagar), la deuda nacional prácticamente se duplicó.
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Lo cierto es (y no creo que nadie lo ponga en duda) que las infraestructuras de Estados Unidos se desmorona. Por no hablar de nuestro sistema ferroviario, que en sus tiempos fue el mejor del mundo y que ahora se encuentra muy rezagado en comparación con los de otros países del mundo desarrollado. Hemos de invertir en infraestructuras porque, de lo contrario, nuestra competitividad internacional será cada vez menor
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La crisis ha sido provocada por la codicia, la temeridad y las fechorías de Wall Street. Estos tipos, con su egoísmo, han desencadenado la crisis económica más grave desde la Gran Depresión. El pueblo americano ha tenido que rescatarlos. Ahora, dos años después del rescate, están cobrando más bonificaciones que nunca.
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Los ricos y las grandes empresas son cada vez más ricos, los ejecutivos cobran bonificaciones y beneficios adicionales desorbitados y, cuando las cosas se ponen feas, no os preocupéis, el tío Sam y los contribuyentes americanos están aquí para rescataros. Pero a vosotros, a las clases trabajadoras y a las clases medias de este país, bueno, cuando tengáis problemas, no vamos a poder ayudaros porque no tenemos dinero.
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Aunque la Seguridad Social no ha contribuido en modo alguno a la crisis económica actual, se ha utilizado como moneda de cambio en un acuerdo que concede a los ricos una serie de exenciones fiscales que dispararán el déficit.
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Lo que sucede en este país es que la clase media se está derrumbando. La pobreza es cada vez mayor. Tengo cuatro hijos y seis nietos. No me preocupa lo que me pueda pasar a mí, pero sí lo que les pueda suceder a mis hijos y a mis nietos.
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No queremos que la generación de nuestros hijos y nuestros nietos sea la primera en la historia moderna de América que experimenta una reducción en el nivel de vida en comparación con el de sus padres. No queremos que la economía de este país avance por el camino equivocado. No queremos una carrera hacia el abismo. Queremos que nuestros hijos gocen de una salud y de una vida mejor que la nuestra, que no tengan que trabajar más horas, que no empeore la calidad de la educación o que, por lo menos, puedan acceder a ella. Así ha sido siempre a lo largo de la historia de este país.
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Cerca del 25 % de los niños de este país dependen de cupones de alimentos. No deberíamos pasar por alto que en el mundo industrializado, Estados Unidos, como muestra este gráfico, tienen la tasa más elevada de pobreza infantil. ¿Esto es América? ¿Esto es América? Hoy, en Estados Unidos, más del 20 % de los niños viven en condiciones de pobreza.
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En los ocho años del mandato del presidente Bush, los cuatrocientos americanos más ricos (no son demasiadas personas, cuatrocientas familias) vieron cómo sus ingresos prácticamente se duplicaban, mientras los tipos impositivos por los que cotizaban se reducían casi a la mitad entre 1995 y 2007.
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Si se hunde la clase media y se reduce su poder adquisitivo, esto afectará al conjunto de la economía. La economía no puede crecer. No podemos crear puestos de trabajo si la gente no tiene suficiente dinero para adquirir los productos que fabrican otras personas.