Tengo pendiente desde hace tiempo escribir un post sobre una de las tendencias que está en boca de todo el mundo, los Millenials o Generación Y, a ver si me animo dentro de unas semanas. Debo decir que no me gusta demasiado el tema de los encasillamientos, pero lo cierto es que en algunos casos dichas tendencias son un fiel reflejo de la realidad. Creo sinceramente que hay puntos que forman nexos comunes, entre ellos puede destacar cosas tan dispares como el uso de la tecnología, la precariedad laboral, la desconfianza por la clase política o la sensación de nomadismo, y es precisamente de esto último sobre lo que quiero hablar en el presente post.
En mi caso nací en el año 1978 ( dicen que los Millenials son las personas nacidas a partir de 1980) por lo tanto yo pertenecí a otra generación, concretamente a aquella a la que nos llamaron X.
Durante mi infancia y adolescencia pude ver como lo habitual era que mucha gente mayor vivía en la misma ciudad y trabajaba en la misma empresa durante toda su vida. Los empleos podían ser dispares, desde el autónomo a los empleados de empresas de diferentes sectores, pero en aquellos tiempos había mucha estabilidad. También se podía ver como mucha gente con estudios tenía en la mayor parte de los casos una mayor facilidad para incorporarse al mercado del trabajo y a fin de cuentas para mantenerse en ellos durante un tiempo determinado. También uno veía cosas curiosas y que ahora parecen impensables, y es que por ejemplo hubo un tiempo en el que las empresas prácticamente acudían a las Escuelas de Ingeniería a buscar jóvenes recién titulados. Hoy en día muchas de aquellas realidades han sido pasto de las llamas, y hay que pensar que apenas han pasado quince años.
Conforme he ido creciendo y ya en los últimos tiempos de Universidad empecé a ver como el mundo cambiaba de forma radical en muchas cosas, tanto desde el punto de vista laboral como también en la forma de vivir. Creo que en muchos países (como en el caso de España) hubo una gran ceguera en la interpretación del mundo que estaba por venir. Más allá de la crisis de turno, apenas nadie hizo reflexión sobre el mundo global en el que nos íbamos a desempeñar, tanto desde el punto de vista personal como profesional. Ya comenté aquí hace tiempo sobre la triste ausencia de formación internacional en los centros educativos.
En mi caso, sea por casualidad, por azar, o por mi forma de ser, empecé a intuir algo en los últimos años de Universidad: la certeza o al menos la intuición de que el futuro iba a ser muy diferente, donde uno tenía que ser flexible dinámico y nómada, aceptando que tanto los trabajos como los lugares donde viviría serían variados. Ante ello pensé en la parte positiva de lo que vendría, aprender y vivir de las experiencias, teniendo la flexibilidad y capacidad de adaptarme a una cierta incertidumbre pero también al cambio.
Más allá de las palabras hechas tras la tormenta de la crisis, es evidente que debemos aprender a leer una nueva realidad que difiere notablemente a la que se tenía en el siglo XX. Se han roto muchas de las verdades absolutas de aquellos tiempos pasados que ya nunca volverán, algunas cada vez parecen más claras, como la seguridad laboral o la certeza de vivir toda la vida en la misma ciudad.
Considero que una parte de la población (y sobre todo los jóvenes) va a tener que estar mucho más abierta al cambio, donde la movilidad geográfica va a ser una necesidad y ante la cual uno debe ver las consecuencias positivas como son el aprendizaje y el enriquecimiento, tanto personal como profesional. Todo ello va a crear que una buena parte de los futuros profesionales vayan a ser nómadas, empieza a ser una realidad y parece ser que ha venido para quedarse.